
Una cinemateca que duplica esfuerzos
Desde hace 61 años, funciona la que fundó Roland; ahora, la Presidenta creará una estatal

Entre tanto tumulto informativo, pasó un poco inadvertido un hecho aparentemente insignificante, pero que no lo es tanto: la firma, el lunes último, del decreto reglamentario de la ley 25.119 que crea la Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional (Cinain).
Lo llamativo es que esta norma -idea original de Fernando Solanas ("Pino")- fue vetada a mediados de 1999 por el entonces presidente Carlos Menem. Pero el Congreso insistió poco después y, si bien su texto fue sancionado con leves variantes, durmió el sueño de los justos hasta que vino a despertar en el febril impulso que en estos días le da el Poder Ejecutivo a intervenir más decisiva y polémicamente en el mundo de las comunicaciones argentinas (el avance sobre Papel Prensa, Fibertel y Cablevisión).
No es casual que con el monopolio estatal sobre la TV digital y el Fútbol para Todos, al Gobierno se le empiece a abrir fuerte el "apetito" por los contenidos.
El anunciado nacimiento de nuevas emisoras oficiales por cable, que vendrán a sumarse al siempre atractivo canal Encuentro, ha llevado al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) a firmar urgentes acuerdos para que la caldera de la producción propia empiece a funcionar (llamó a concursos de cortos y documentales terminados; puso en marcha un plan operativo de fomento y promoción de contenidos audiovisuales para TV digital y firmó un "convenio de colaboración" entre el Incaa y la Anses, etc.).
* * *
Estos movimientos, además, coinciden con otra feliz noticia bibliográfica. La semana pasada, saludábamos la aparición de un libro que recuperaba toda la historia de Radio Nacional. Ahora es el turno de brindar un gran aplauso a El cine cuenta nuestra historia / 200 años de historia, 100 años de cine (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, Buenos Aires, 2010), un libraco de casi 500 páginas, en 16 capítulos escritos por expertos que repasan los hitos y fenómenos que lo atravesaron desde que echó a andar la producción nacional y profusamente ilustrado, todo en una impresión de excelente calidad. Tanto el libro de Radio Nacional como éste no llegarán al circuito comercial, lo cual supone una gran contrariedad para aquellos particulares que más que consultarlos sólo en bibliotecas públicas desearían conservarlo, tema que harían bien en resolver las autoridades disponiendo, aunque más no sea, de una partida limitada de ejemplares en algunas conocidas librerías.
En cuanto a que se sistematicen los esfuerzos para resguardar, reparar y preservar el material fílmico producido en nuestro país es algo que también produce alegría y satisfacción. No por casualidad, para la firma en la Casa de Gobierno, además del secretario de Cultura, Jorge Coscia, y la titular del Incaa, Liliana Mazure, concurrieron realizadores de la talla de Juan José Campanella y Luis Puenzo, y a la conferencia de prensa posterior en el hotel NH fueron más artistas y directores de cine que celebraron la novedad.
El Cinain, que nace como ente autárquico y autónomo dentro de la órbita de la Secretaría de Cultura de la Nación, organizará un museo nacional del cine argentino y se sostendrá primero con el 10% y después, con el 6% de los ingresos del Incaa, recibirá su acervo audiovisual y biblioteca y también lo que tenga al respecto el Fondo Nacional de las Artes.
¿Dónde se podría complicar la cosa? En el cariz de la "invitación" que la Cinain cursará a fundaciones, cineclubes, cinematecas, escuelas de cine y particulares que posean material fílmico a que lo depositen en ella y, peor todavía, la nada velada amenaza del artículo 8, que anuncia: "La Cinain tendrá poder de policía al efecto de obtener información sobre el estado de cualquier producto audiovisual nacional, si estuviese en el dominio público, y de copias que quedarán bajo su custodia".
* * *
La información de prensa distribuida por el Incaa para la ocasión incurre en un grave error, que no parece casual, cuando afirma que la Argentina es "uno de los países que no contaban con preservación y difusión de su patrimonio fílmico y audiovisual".
Es difícil desentrañar los motivos psicológicos, políticos y, probablemente, de envidias e ingratitudes que supone desconocer groseramente la inexistencia de la Cinemateca Argentina, encomiable iniciativa privada fundada por el crítico de cine Roland (Andrés Rolando Fustiñana) en 1949 y cuya esforzada labor en el paso del tiempo hasta hoy ha sido continuada por Guillermo Fernández Jurado, Marcela Cassinelli y un reducido grupo de colaboradores. A pesar de contar en su inventario con más de 22.000 títulos, las críticas microfilmadas de todas las películas estrenadas en nuestro país desde 1927 hasta la actualidad (más de 35.000) y notas periodísticas sobre 36.000 personalidades del cine mundial, una colección de 80.000 fotos y 250.000 afiches originales de películas, la Fundación Cinemateca Argentina ha sido ignorada por el Estado nacional y sólo se mantiene por el feliz acuerdo de décadas con la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, cuyos ciclos abastece, y algunas ventas que realiza al exterior como vasto banco de imágenes que es.
Reconocida mundialmente, la Cinemateca Argentina fue en 2009, en coincidencia con su 60º aniversario, sede del 65º Congreso Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) y tanto la embajada de Francia, como el Instituto Goethe, distribuidores y coleccionistas particulares confían la custodia de sus materiales a esta institución.
En su editorial principal del martes 10 de julio de 2001, LA NACION apuntaba, a propósito de su labor y de las acechanzas que la sobrevolaban, lo siguiente: "El Estado no debe tomar en sus manos aquellas funciones culturales que el sector privado está en condiciones de cumplir con mayor eficacia e idoneidad".
En varios países, las cinematecas nacieron de inquietudes particulares de cinéfilos y los Estados o se asomaron a esta actividad en forma tardía o directamente no sólo no se interesaron nunca, como la Argentina, sino que retacearon apoyo a la silenciosas y profusas actividades de entidades de la excelencia que ostenta la Cinemateca Argentina.
Ojalá que el nacimiento de la Cinemateca Nacional apenas sea una dispersión de esfuerzos y que la tentación del manotazo sobre los tesoros de la entidad creada por Roland, que funciona de manera continuada desde hace 61 años, no ocurra. Y, mejor aún, ojalá que, en cambio, se pueda dar una rica complementación entre la veterana cinemateca privada y la naciente estatal, respetando la identidad e independencia de aquella y sus bien ganados lauros.